En un jardín donde crecen melocotoneros hay un niño quien ya no solo siente curiosidad por mapas y grabados, sino que también desea ver el mundo a través de la luz del sol y de la luna, navegar en una barca durante la madrugada con la luz agonizante de una vela, sentir el bienestar de sus miembros hasta que aparezca escarcha en su barba y tenga que subir la colina donde no se escuchan voces de ningún hombre vivo…
Así de reales son las imágenes que nos son reveladas a través de la descripción. A medida que se va adentrando en el mundo del escritor, se va adquiriendo conocimiento que ayuda a encontrarse con uno mismo. Estas revelaciones son el espejo donde uno puede verse, el crisol donde uno mismo puede fundirse. Ya que aprendí que toda la naturaleza es parte de mí y viceversa, ahora puedo aprender que a través de estas imágenes puedo ver mi espíritu, puedo valorar tanto la vida como la muerte, el bien y el mal, ya no solo es sentir, es también superar las limitaciones que imponen los sentidos, ir más allá que el hombre común.
Aunque la literatura no se agota en la descripción, esta es la que lleva la línea prioritaria en cuanto a hacer un ejercicio de reflexión, ya que en esta puede verse claramente el proceso de observación e intuición, para concluir en la elaboración de algo magnífico a los corazones de los hombres. El acercamiento del observador se hace también mío. La individualidad es también dualidad, no solo el escritor se define en el papel, también lo hago yo cuando leo ese papel. Ser a la vez el budista y el aire que él mismo respira. La información acerca del mundo puedo verla, y experimentarla, para al final reflexionar. Todo esto gracias a la descripción, que ahora ya no solo entra por los sentidos, también lo hace por medio del alma.
Todo esto conlleva a un solo propósito: el encuentro y la elevación, tanto de cuerpo, alma y mente. Tomo la sensibilidad del escritor, que me describe perales y bambúes, amores lésbicos y destrucción, mientras esta sensibilidad me es transferida para que yo la procese y la transmute: conocimiento en estado bruto, para que yo lo procese y haga oro con él. Así talvez pueda, como los escritores que leo, establecer relaciones entre la naturaleza y la meta-realidad, entre lo externo y lo interno…
Ahora puedo decir que en la descripción del mundo puedo encontrar mi propia esencia, y cuando lo hago puedo elevar mi espíritu y así poder ver que la naturaleza muerta adquiera vida, que lo negro adquiera belleza al igual que lo rosa, nace la inquietud de dormir cerca del cielo y de tocar las estrellas con mis manos, así como de conocer al gran Rey Subterráneo, quien conoce la angustia del hombre. En fin, transportarme a otro universo más allá de los hombres donde pueda embriagarme y drogarme con la luna y mi sombra, y al mismo tiempo escuchar mi propia voz que me diga: “Este ser vivo eres tú”.